

Adela Camí en la conferencia del 21 de noviembre del 2016.
Baso mi aportación en el Estudio sobre la afectación de salud mental infantil y adolescente publicado por la Federación de Entidades de Atención a la Infancia y la Adolescencia (FEDAIA) en junio de 2014, como resultado de una investigación liderada por Violeta Quiroga, investigadora y docente de la Universidad de Barcelona.
Mediante la fórmula de aprendizaje y servicio, en el proceso de investigación participaron diferentes tipos de perfiles profesionales y servicios, buscando la máxima representatividad: pediatras y profesionales de la enseñanza y de entidades y organismos de Cataluña, en total más de ochenta personas. Lo que hoy quiero compartir tiene que ver con mi bagaje profesional con familias, niños y adolescentes, con la experiencia de muchos de los profesionales a los que superviso tanto en contextos sociales como clínicos, pero también con las opiniones, valoraciones y percepciones de quienes trabajan con la infancia en Cataluña y participaron en el estudio publicado por la FEDAIA.
En un informe publicado por la FEDAIA en mayo del 2012 —este sobre la afectación de la pobreza en la infancia en Cataluña— se hace patente que no podemos entender la pobreza en Cataluña como la entendemos en otros países en vías de desarrollo. En el nuestro la pobreza es un concepto multidimensional enmarcado por diferentes factores: sobre todo de tipo económico, pero también relacionales, emocionales y políticos.
La perspectiva económica, en efecto, va acompañada de dificultades de carácter emocional-relacional, mientras que, desde una perspectiva social, la pobreza emocional-relacional, está conformada por:
- Un déficit de recursos emocionales-personales para hacer frente a las necesidades esenciales de la vida.
- Una falta de red y apoyo social y familiar.
- Una pérdida de relaciones sociales, lo cual provoca una disminución de la participación de la persona en la sociedad que, a su vez, supone
una liberación que la hace aún más vulnerable.
Por su parte, la pobreza política es una nueva dimensión a la que nos ha llevado la crisis. Familias que han perdido su poder adquisitivo, inmersas en una sociedad de consumo. Estas pérdidas generan frustración y situaciones conflictivas. Una pobreza causada por los ideales que marca una forma de vida de una sociedad consumista.
PRINCIPALES CONCLUSIONES RESPECTO A LAS CONSECUENCIAS Y AFECTACIÓN DE LA CRISIS EN LA SALUD MENTAL INFANTIL Y ADOLESCENTE
Serían las siguientes:
1. Una mayor prevalencia a sufrir problemas de salud en general y salud mental en particular. La situación de crisis ha comportado estados de angustia, depresión y estrés dentro de las familias. Un malestar emocional que se ha proyectado directamente a niños y adolescentes.
2. Dificultades de las familias para gestionar la pobreza sobrevenida y todo lo que implica, pues se enfrentan a un nuevo poder adquisitivo, una situación que les genera frustración, depresión, conflictos, etc. Además, el espectro de necesidades básicas se ha complicado: por ejemplo, disponer de un ordenador y conexión a internet es hoy una necesidad básica que las familias tienen que proveer a sus hijos para que estos puedan hacer las tareas escolares.
3. La desatención de las necesidades infantiles para poder sustentar económicamente a la familia supone un descuido del desarrollo infantil y juvenil y una mayor soledad de los hijos debido a las obligaciones de los padres para conseguir recursos económicos. En este sentido, las familias que no tienen cubiertas las necesidades más básicas se caracterizan por el empobrecimiento de la atención que dan a sus hijos, puesto que —inmersas en la búsqueda de conseguir los recursos de subsistencia material— el estado emocional se descuida, disminuyendo la calidad del vínculo afectivo que los adultos de las familias ofrecen
a sus hijos o hijas.
4. Hay sin embargo una brizna de esperanza: se han duplicado las familias que, a pesar de la merma de su poder adquisitivo, poseen un buen banco de recursos personales y ofrecen a sus hijos un tesoro rico en experiencias emocionales y relacionales que ayudan a prevenir la aparición de ciertas patologías mentales.
5. Saturación de los recursos. Una parte de la población que antes utilizaba la red privada de salud mental ahora no se lo puede permitir y tienen que acudir a la red pública.
PERFIL DE POBLACIÓN
Veamos en primer lugar las tendencias que afectan el ciclo vital del desarrollo de los niños y adolescentes atendidos en los servicios de salud mental, que se convierten en problemáticas muy preocupantes:
a) Un inicio de las patologías, cada vez más presentes.
b) Un aumento de las categorías diagnósticas y, a la vez, un mayor número de niños y adolescentes con un diagnóstico con trastorno de salud mental.
c) Un inicio cada vez más temprano de los jóvenes en el consumo de sustancias tóxicas.
d) Un crecimiento de la relación entre consumo de alcohol o drogas y trastorno mental.
e) Un incremento del malestar y la angustia de las familias a causa de las nuevas situaciones de pobreza y la falta de expectativas de futuro.
f) Un aumento de las problemáticas de salud mental asociadas a la falta de pautas de crianza y las dificultades de muchos padres para poner límites.
g) A edades primerizas se detecta en los niños un déficit de estimulación, así como problemas de desarrollo y aprendizaje.
h) A partir de los siete años, hay un incremento de «supuestos» trastornos de TDAH, trastornos de conducta graves (de ansiedad y de depresión,
desafiante).
i) Desde 2004 —fecha en que se comenzó a comercializar— hasta el año 2012, el uso del metilfenidato en poblaciones infantiles se multiplicó casi por treinta, manteniendo un crecimiento exponencial constante que sitúa a este grupo poblacional entre los principales consumidores de dicho fármaco.
j) A partir de los doce años hay un aumento de comorbididad de trastornos (continúa la falta de límites y sus consecuencias son más «vistosas»).
A grandes rasgos, estas tendencias implican una baja tolerancia a la frustración, una escasa capacidad de espera (lo cual supone un alto sentido de la inmediatez) y poca perseverancia.
DIFICULTADES Y PREOCUPACIONES: CAMBIOS QUE SON SEÑALES DE ALARMA DETECTADAS
a) Con respecto al diagnóstico se observa una tendencia a psiquiatrizar los problemas de la vida cotidiana. Hay que limitar el uso de etiquetas diagnósticas y mejorar el diagnóstico en cuanto a precisión y necesidad de este; esta es la clave a la hora de seguir un tratamiento concreto y correcto y evitar problemáticas crónicas o de más gravedad. Las etiquetas falsas pueden comportar procedimientos perjudiciales y enmascarar el problema real.
b) La sobremedicación, en ocasiones, no está complementada con un trabajo terapéutico suficiente. Y ello a pesar de que, desde una perspectiva sistémica, todos los trastornos mentales están vinculados con trastornos de carácter relacional; hay que ver, sin buscar culpables, qué relaciones están afectadas: las familiares, las escolares, la de los amigos, entre otras.
c) La estigmatización: a menudo la intervención consiste en «des-etiquetar» a niños y jóvenes. Estos pueden tener una parte de su personalidad «comprometida» pero esta no es el todo. Es preciso, además, traspasar el tabú de la salud mental (esto especialmente en familias inmigradas), así como las reticencias a pedir ayuda y acceder a los recursos necesarios.
d) Problemáticas de salud mental que no se detectan si no van asociadas a problemas de aprendizaje y generan una sintomatología claramente visible.
NECESIDADES DE LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES CON AFECTACIÓN EN SALUD MENTAL
a) Mantener referentes adultos claros que sostengan y acompañen sus procesos desde una vinculación emocional.
b) Entornos que les proporcionen límites y seguridad sobre la base de un apoyo afectivo.
¿QUÉ HACER AL RESPECTO?
Los diversos profesionales implicados en el Estudio sobre la afectación de salud mental infantil y adolescente ponen de relieve las siguientes medidas:
a) La importancia de la prevención (psicoterapéutica y psicoeducativa).
b) No detección precoz de las dificultades en los primeros años de vida. Prestar atención a no enmascarar problemáticas graves con sobrediagnósticos o sobremedicaciones.
c) Atención integral hacia el niño y el adolescente (a las diferentes áreas de su vida).
• Promoción de talleres de padres y espacios familiares.
• Terapia familiar en contextos sociales y educativos.
• Trabajo complementario entre toda la red de intervención.
• Derivación acompañada.
d) Entornos que proporcionen límites y seguridad desde el apoyo emocional.
e) Trabajar para las parentalidades de segunda oportunidad.
f) Apoyo a las familias (padres, madres y adultos disponibles) para que puedan sostenerse y sostener a sus niños y adolescentes en la vinculación emocional. Los niños, al ser pequeños, necesitan una regulación emocional externa. Cuando no la tienen, no aprenden a hacer la autorregulación.
g) Trabajar recursos personales, emocionales y relacionales.
h) Por último, como profesionales, debemos ejercitar una presencia ligera:
• Una mirada orientada a la capacidad, no al déficit.
• Practicar una proximidad relacional.
• Procurar una calidez que empodere.
• Confiar en el resurgir de la salud relacional cuando el ambiente es saludable.
No debemos olvidar nunca que, aunque a veces parezca que la crisis ha lapidado su capacidad de resurgir, los niños y adolescentes son semillas y todo es posible todavía para ellos.